Hace muchos años,
en San Juan, Puerto Rico, compré un monedero.
Duraba por muchos años, pero al final se rompió con el uso.
Es muy fácil
encontrar un monedero para mujeres, pero ¡es imposible encontrarlo para
hombres! Lo buscaba, buscaba, buscaba,
pero ¡no pude encontrarlo para nada! El
verano pasado, fui otra vez para San Juan, pero la tienda donde había lo
comprado había salido del negocio. ¿Qué podía
hacer?
Pero ayer, aquí
en Madrid, en la Gran Vía, después de siesta, encontré una tienda que vendía artículos
de cuero. ¡Y mira! En la ventana estaba . . . ¡un monedero
perfecto para mí! Yo la entré sin
dilación y lo compré. Costó solamente
tres euros.
Hoy yo soy el
hombre más feliz del mundo.
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